31.10.11

Una historia digna de ser leida

Esta historia que titulo "digna de ser leída" es parte del trabajo diario de alguno de nuestros maestr@s, pero más específicamente de los que trabajan en hogares. Gabriela es docente del CAT, donde los niñ@s, sin una familia que se haga cargo, están allí transitoriamente hasta que son derivados a hogares. A pesar de tanta tristeza que nos provoca la historia de estos niñ@s, hay algo positivo que rescatar, EL DESEO DE APRENDER.  
Esta es la historia que nos cuenta la seño Gabriela:
  Matías es un niño analfabeto de 10 años. Demuestra gran interés en aprender a leer y escribir a partir de observar que otros chicos sí pueden hacerlo. Me dice: yo no sé leer ni escribir pero... no se lo digas a nadie. Leemos, en forma grupal y en voz alta la historia "Dos ratones, una rata y un queso" de Claudia Rueda. Luego otros libros pero él está fascinado con los ratones y pide nuevas lecturas de aquél libro. Luego observa las imágenes y cuenta su propia historia, en parte recordando lo leído,en parte inventando. Ese día, cuando nos retiramos, el libro no aparece. Pregunto si saben adónde puede estar y nadie lo vio. Como me ha sucedido otras veces, me voy sin el libro sabiendo que va a "aparecer" la próxima clase. 

Siguiente encuentro. Se me acerca Matías y me dice: Apareció el libro, y me lo da. Lo invito a sentarnos en un lugar más alejado de la mesa en la que están trabajando los otros niños con Alicia, la Profesora de Jardín, Marta, la Prof. de Plástica y Mario, el Prof. de Tecnología. Allí le armo un pequeño rompecabezas de papel con las letras de su nombre y en mayúscula imprenta: M-A-T-Í-A-S y escribo en otro papel el nombre. Va reconociendo las letras y armando su nombre varias veces al mismo tiempo que lo escribe en otro papel. Se enoja cada vez que otro niño o niña se nos acerca para mostrarme algún trabajo. Otro día, le propongo que empiece a escribir. Me reitera que no sabe. Le digo que un nene como él que es tan rápido para aprender todo, si quiere, puede leer y escribir. Le propongo escribir yo en una hoja y él copiar lo mismo. Así escribimos, leemos y va reconociendo las letras y el significado de las palabras y oraciones. Se lleva sus escrituras y se las guarda. Un día no quiere trabajar conmigo porque está muy entusiasmado pintando. Al comenzar el encuentro siguiente, todos los operadores me piden que le deje tarea porque se pasa todo el día diciendo que quiere ir a la escuela, que quiere aprender. Con Laura, una operadora, le compramos un cuaderno, una cartuchera, un lápiz y una goma. Cuando los ve está exultante.   Escribe su nombre en la Carátula, en la etiqueta y él mismo la pega en la tapa del cuaderno.  

Otra clase: La Directora de la Domiciliaria me da una mochila nueva para Matías. Cuando él la ve abre sus enormes ojos y ya no puede dejar de sonreir. Se la muestra a todos los operadores y personal de esa institución y no la deja en ningún lado. Me dice que le agradezca a la Directora. Le dejo como tarea que escriba los nombres de todas las personas que trabajan en el CAT. Cada una de ellas escribe su nombre en un papel y Matías lo copia. La siguiente semana, cuando llego, Matías no está. Se fue a un Hogar definitivo. Pregunto si se fue contento. Me cuentan que estaba muy contento porque le habían prometido que iba a empezar a estudiar en una escuela, con otros compañeros, y que no soltaba su mochila. Seguramente ya está incorporado en algún grado, aprendiendo a leer y a escribir, como parte de una nueva oportunidad que le da la vida a este niño recogido de la calle, abandonado por quienes debían cuidarlo y amarlo. 
Matías aprendió a escribir su nombre: ahora tiene y defiende mejor su identidad.

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