Esta
historia que titulo "digna de ser leída" es parte del trabajo diario de
alguno de nuestros maestr@s, pero más específicamente de los que
trabajan en hogares.
Gabriela es docente del CAT, donde los niñ@s, sin una familia que se
haga cargo, están allí transitoriamente hasta que son derivados a
hogares. A pesar de tanta tristeza que nos provoca la historia de estos
niñ@s, hay algo positivo que rescatar, EL DESEO DE APRENDER.
Esta es la historia que nos cuenta la seño Gabriela:
Matías
es un niño analfabeto de 10 años. Demuestra gran interés en aprender a
leer y escribir a partir de observar que otros chicos sí pueden hacerlo.
Me dice: yo no sé leer ni escribir pero... no se lo digas a nadie.
Leemos, en forma grupal y en voz alta la historia "Dos ratones, una rata
y un queso" de Claudia Rueda. Luego otros libros pero él está fascinado
con los ratones y pide nuevas lecturas de aquél libro. Luego observa
las imágenes y cuenta su propia historia, en parte recordando lo
leído,en parte inventando. Ese día, cuando nos retiramos, el libro no
aparece. Pregunto si saben adónde puede estar y nadie lo vio. Como me ha
sucedido otras veces, me voy sin el libro sabiendo que va a "aparecer"
la próxima clase.
Siguiente
encuentro. Se me acerca Matías y me dice: Apareció el libro, y me lo
da. Lo invito a sentarnos en un lugar más alejado de la mesa en la que
están trabajando los otros niños con Alicia, la Profesora de Jardín,
Marta, la Prof. de Plástica y Mario, el Prof. de Tecnología.
Allí le armo un pequeño rompecabezas de papel con las letras de su
nombre y en mayúscula imprenta: M-A-T-Í-A-S y escribo en otro papel el
nombre.
Va reconociendo las letras y armando su nombre varias veces al mismo
tiempo que lo escribe en otro papel. Se enoja cada vez que otro niño o
niña se nos acerca para mostrarme algún trabajo.
Otro día, le propongo que empiece a escribir. Me reitera que no sabe. Le
digo que un nene como él que es tan rápido para aprender todo, si
quiere, puede leer y escribir. Le propongo escribir yo en una hoja y él
copiar lo mismo. Así escribimos, leemos y va reconociendo las letras y
el significado de las palabras y oraciones. Se lleva sus escrituras y
se las guarda.
Un día no quiere trabajar conmigo porque está muy entusiasmado pintando.
Al comenzar el encuentro siguiente, todos los operadores me piden que le
deje tarea porque se pasa todo el día diciendo que quiere ir a la
escuela, que quiere aprender. Con Laura, una operadora, le compramos un
cuaderno, una cartuchera, un lápiz y una goma. Cuando los ve está
exultante. Escribe su nombre en la Carátula, en la etiqueta y él mismo
la pega en la tapa del cuaderno.
Otra
clase: La Directora de la Domiciliaria me da una mochila nueva para
Matías. Cuando él la ve abre sus enormes ojos y ya no puede dejar de
sonreir. Se la muestra a todos los operadores y personal de esa
institución y no la deja en ningún lado. Me dice que le agradezca a la
Directora. Le dejo como tarea que escriba los nombres de todas las
personas que trabajan en el CAT. Cada una de ellas escribe su nombre en
un papel y Matías lo copia.
La siguiente semana, cuando llego, Matías no está. Se fue a un Hogar
definitivo. Pregunto si se fue contento. Me cuentan que estaba muy
contento porque le habían prometido que iba a empezar a estudiar en una
escuela, con otros compañeros, y que no soltaba su mochila. Seguramente
ya está incorporado en algún grado, aprendiendo a leer y a escribir,
como parte de una nueva oportunidad que le da la vida a este niño
recogido de la calle, abandonado por quienes debían cuidarlo y amarlo.
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